En la vida siempre existen varios caminos, diferentes formas de llegar a un lugar o al menos de intentarlo. Para México la primera escisión en la hoja de ruta pasa por la decisión de intentar mantener a Juan Carlos Osorio en el cargo de seleccionador o buscar un nuevo técnico.
Los análisis sesgados y carentes de profundidad seguramente irán a los números. Dos victorias, dos derrotas, 3 goles a favor y 6 en contra, de nuevo eliminados en octavos de final y sin alcanzar el tan ansiado quinto partido.
Pero, cuando una decisión afecte el futuro de un proceso, lo más conveniente es ponerse el traje de buceo y nadar en las profundidades de los hechos. Pero en este caso los hechos van más allá de lo que es tangible, en este caso los hechos lo componen las sensaciones y la evaluación de cómo México le plantó cara a dos de las selecciones más laureadas de la historia, venció con suficiencia a un rival enigmático y cayó derrotada cuando se “traicionó”.
Las decisiones que, en muchas ocasiones, dan los mejores resultados no son las más populares cuando se toman. Es probable que acordar con Osorio que continúe al frente de la selección desate críticas, pero la ejecución, por parte de los futbolistas, del plan elaborado por el colombiano invita a pensar se han sentado las bases para un crecimiento sostenido.
Muchos creen que “jugar para el técnico” es salir corriendo a abrazarlo cuando se anota un gol, pero jugar para un técnico es tener la suficiente confianza en él para ejecutar, sin atisbo de duda, el plan que diseñó porque se confía que es lo que los colocará más cerca de la victoria. Y eso fue lo que hicieron los jugadores mexicanos.
Ese quinto partido, e incluso un sexto, depende de una serie de variables que escapan a Osorio o a quien sea el seleccionador, pero tomar la decisión de mantener en el cargo a un profesional competente y preparado, que ha demostrado poder ser exitoso, parece ser lo suficientemente sensata para acercarse, definitivamente, a ese ansiado objetivo.
Por: Allan Hrastoviak Foto: twitter.com/FMF